¡Bienvenidos de nuevo! Espero que hayáis pasado unas felices fiestas disfrutando de la compañía de vuestras familias y amigos, y hayáis podido comenzar el año nuevo con energía.
En las últimas semanas he leído varios artículos sobre la situación de la profesión en relación con la decisión de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) de transformar el Grado en Información y Documentación (GID) en Grado en Gestión de la Información y Contenidos Digitales (GGICD).
Cuando estudié la Licenciatura en Documentación ya tuve que leer artículos similares sobre el concepto identitario del bibliotecario, archivero o documentalista. Vamos, que el cuento viene de antiguo… y eso que la profesión existe desde que el ser humano decidió usar un soporte para dejar por escrito sus palabras. En España la profesión quedó institucionalizada a mediados del siglo XIX con la creación del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (Real Decreto de 17 de julio de 1858); y a nivel académico, a finales del siglo XIX y principios del XX, Paul Otlet (1868-1944), Henri La Fontaine (1854-1943) y Melvil Dewey (1851-1931) comenzaron a crear la ciencia transversal de la Documentación.
He revisado el programa del nuevo Grado y he de reconocer que me parece acertada la evolución de la titulación. ¡Ha sido un salto de gigante hacía el siglo XXI! No obstante, me hubiera gustado localizar alguna asignatura que entroncara con el antiguo Grado, como por ejemplo: catalogación, clasificación y descripción de documentos, propiedad intelectual e industrial; y añadir otras que hicieran hincapié en la documentación audiovisual, sanitaria y jurídica.
Tony Hernández-Pérez (Vicedecano del Grado) afirma en su artículo «Los estudios universitarios de documentación: renovarse para no morir» que las nuevas generaciones «no perciben el rol de las bibliotecas como intermediarias de la información. Tienen exceso de información al alcance de los dedos de sus móviles y están acostumbrados a que la información sea gratis y no sea un problema encontrarla y ni siquiera se plantean su calidad ni la fiabilidad de sus fuentes. […] la función como agente conservador del patrimonio cultural les resulta poco atractivo como lugar de trabajo, como profesión que ejercer.«
¿A qué se debe la distorsión de la percepción de nuestra profesión, y como consecuencia, el descenso de matriculaciones? El Vicedecano insinúa que puede deberse a «la subida de tasas universitarias junto con la agudización de la crisis económica y el consiguiente frenazo a la contratación en el sector público y la precarización de los salarios«. Estoy de acuerdo con sus reflexiones, aunque hay que destacar el «frenazo a la contratación pública«. Considero que, tradicionalmente, se ha asociado nuestra profesión a la Administración Pública, dejando como hecho residual al sector privado, y creo que actualmente la mayoría de los jóvenes no ven atractiva la función pública relacionada con la conservación documental.
¿Conseguirá la nueva titulación ser asimilada en el mercado laboral actual? Posiblemente un profesional que combine la especialización en nuevas tecnologías y gestión documental sea atractivo para startups. Sin embargo, tengo dudas sobre cómo reaccionarán al principio las empresas tradicionales, posiblemente no entiendan este nuevo concepto al eliminar las asignaturas tradicionales (catalogación, y clasificación y descripción de documentos). Si la UC3M quiere tener éxito, es importante que haga un esfuerzo en la publicidad del nuevo Grado para darlo a conocer al sector privado.
¡Les deseo mucha suerte a los nuevos graduados!